El sector de la peluquería está viviendo una transformación silenciosa pero contundente: la fidelidad de las clientas ya no es como antes en la era digital.
El clásico vínculo duradero entre peluquero y cliente se diluye frente a una nueva actitud de consumo más libre en la era digital, más experimental y fuertemente influida por el universo tecnológico. Hablamos con el peluquero Adrián Pardo, sobre la llamada “consumidora nómada” que parece ser ha llegado para quedarse.
Hasta hace unos años, una clienta fiel podía permanecer durante décadas con el mismo estilista. Hoy, sin embargo, es fácil que esa misma clienta se deje seducir por un TikTok viral o un reel en Instagram que muestra resultados aparentemente mágicos en otro salón. La tentación de probar algo nuevo está a un clic de distancia. “Una clienta puede cruzarse con un contenido que muestre una experiencia o un resultado mejor que el tuyo, y decidir irse. Luego puede volver, porque no todo en redes es real, pero esa ruptura ya se ha producido”, explica Adrián Pardo, director de Adrián Pardo Hair Studio (Málaga).
Sin embargo, aunque parece ser que las redes sociales sean el principal impulsor del nomadismo capilar, no son el único motivo. El precio y las frustraciones puntuales también juegan su papel. Un cambio en la tarifa o una experiencia que no cumpla expectativas puede hacer que una clienta se aleje. Para Adrián “el precio es un factor, pero hoy es menos determinante que antes. La rapidez con la que se consumen las tendencias hace que muchas personas no esperen a que les entiendas: simplemente cambian de salón”.

La nueva fidelidad: calidad, experiencia y cercanía
Ante esta nueva realidad, Adrián tiene claro que el reto para los salones es adaptarse. “La fidelidad de hoy se construye desde otros lugares. En nuestro caso, la estrategia es clara: primero, calidad de servicio. Y segundo, diferenciación mediante una experiencia distinta y una relación cercana con la clienta”. La consumidora nómada vuelve no por rutina, sino porque recuerda cómo se sintió. Y eso solo se consigue con empatía, personalización y autenticidad. La clave está en gestionar de forma inteligente la presión de las tendencias. “Nosotros apostamos por ser los que ofrecemos la tendencia, no los que la siguen desde fuera. Si estamos al día y proponemos desde la creatividad, tenemos menos fuga de clientas. Pero también es importante no perder la esencia: hay que ofrecer algo propio”, reafirma el peluquero.
Queda patente que la fidelidad en peluquería ya no es incondicional. Es más emocional, más volátil, pero también más valiosa. Cuando una clienta vuelve hoy, lo hace porque ha elegido hacerlo. Porque encontró algo que no le ofrecen en otro lado: una atención real, un resultado que la representa, una experiencia que la conecta. Esa es la nueva lealtad, y construirla es el gran desafío (y la gran oportunidad) del sector.