La belleza discreta pero siempre apropiada, la capacidad de hacer una revolución cultural sin ruido. Todo ello y mucho más era la gran Raffaella Carrà.
Si pensamos en el vacío dejado por Raffaella Carrà –además de su legendaria melena rubia, la revolución de su ombligo al descubierto– queda una reflexión sobre cómo inapropiadamente, siempre en exceso, usamos el término “icono”.
Lo usamos para la enésima estrella del pop que se atrevió a proponer un nuevo look, para una actriz que asombró a todos con dos películas exitosas, para quienes se desvían tan solo un milímetro de las tendencias del momento – y quizás refiriéndose al pasado, a quienes fueron los verdaderos iconos de la belleza.
Pero hagamos todos un pequeño examen de conciencia: hemos contribuido a la inflación del término “icono”, vaciándolo de ese sentido “sagrado” que la palabra lleva consigo. Pero para Raffaella Carrà, nunca será una palabra, un concepto, un significado, usado en exceso.
Ese carré o long bob rubio que, como por arte de magia, volvía a estar perfecto después de cada paso de baile; esa sonrisa serena pero tranquilizadora, siempre apropiada, y la contraparte de esa risa memorable, descontrolada, exagerada pero espontánea y contagiosa; medio siglo de entretenimiento entre innovación y popularidad televisiva. Si Raffaella Carrà no es un icono, ¿quién lo es?
Ya echamos de menos a Raffaella Carrà… o quizás ya la echábamos de menos desde su última aparición en televisión que se remonta a finales de 2019 con “A raccontare comincia tu“, en el que Raffaella entraba (una vez más) en las casas de algunas celebridades italianas, dejándoles contar su vida, con su habitual estilo confidencial, a años luz de la intromisión de ciertos programas de televisión de última generación.
Raffaella Carrà y la belleza… es como hablar de la misma cosa. En este sentido, no olvidemos que fue la primera italiana en hacernos olvidar a las desinhibidas mujeres estadounidenses, británicas y suecas, en los años del boom económico italiano y la Dolce Vita. Entró en la imaginación de los hombres de la época como una mujer sexualmente libre, haciéndolo además con la gracia que supo poner en todo: ni como sumisa, ni como ‘arruinafamilias’.
Que Raffaella Carrà haya fallecido es una frase que conlleva una contradicción dolorosa a la par que inaceptable: los iconos, aquellos verdaderos, nunca mueren.