Con las guerras de religión y durante la Europa monárquica, hacia el siglo XVII, el centro neurálgico de la peluquería se desplaza de Italia a Francia.
Es en París donde se desarrolla una gran monumentalidad en el peinado, que motivará el surgimiento de la tradición de la Haute Coiffure, de la mano de grandes personajes como Champagne, el primer hombre peluquero que invierte los roles establecidos, según los cuales los hombres peinaban a hombres y las mujeres se hacían peinar por mujeres. Él accedió a las habitaciones de la nobleza femenina y abrió uno de los primeros salones de lujo en París.
O el propio Léonard, célebre confidente y peluquero de la reina María Antonieta, que llevaría al límite los retos del artificio de los postizos y las pelucas al inventar los poufs au sentiments, laboriosos peinados de gran altura y extravagancia, empolvados con harina blanca, ¡que incluso llegaban a llevar maquetas de barco incorporadas! Léonard consiguió extender esta moda más allá de las fronteras de su reinado y la expandió por toda la Europa monárquica.
Pero el Antiguo Régimen caería como la altura de los poufs y las pelucas, que fueron prohibidas durante la Revolución Francesa al considerarlas signo inequívoco de la opulencia y la fastuosidad que estaban en contradicción con la ‘liberté, égalité, fraternité, ou la mort!’, propias del nuevo gobierno. La agitación de las costumbres y de la vida política provocó el nacimiento de un corte de pelo radicalmente diferente para las mujeres: el corte à la Titus, de cabello muy corto, por primera vez en la historia de la peluquería occidental. Este corte rompedor, después retomado en su modalidad à la garçon de los años veinte, se escondía a veces debajo de un sombrero llamado folie cachée, cuando las convenciones sociales lo requerían.
Después, a lo largo del siglo XVIII, los peinados evolucionan con una tendencia al largo y a lo espontáneo: cabellos que caen de forma natural en tirabuzones por encima de la espalda, adornos con alguna lazada discreta, en moños, enrollados y ondulados, con trenzas, conchas… que causarán furor también en el naciente siglo XIX.
- Por Raffel Pages / Museo de la Peluquería de Raffel Pages