Los primeros barberos formados en la Sicilia griega fueron introducidos en Roma por Ticinio Menas, el primer representante de peluqueros, alrededor del año 350 a. C.
Por los textos literarios latinos se sabe que los barberos, llamados tonsores, en el tiempo de la República estaban asociados en corporaciones locales, como otros artesanos, para ofrecerse ayuda mutua, poder proteger de este modo los intereses del oficio y hacer frente a la competencia salvaje de los esclavos. Estas asociaciones tenían reglamentos internos y beneficios fiscales, pero se desconoce cómo funcionaba el sistema de aprendizaje entre los mismos tonsores. Sí que sabemos que los aprendices recibían el nombre de circitores.
Los tonsores formaban parte de la vida cotidiana de los romanos, que dedicaban especial atención al cuidado del cuerpo, a la belleza y al peinado. Como ya sucedía en el Antiguo Egipto, los barberos iban por las calles y las tabernas buscando clientes. Si bien en los barrios populares podían trabajar a pie de calle, también tenemos constancia de la existencia de las tonstrinae, las tiendas donde trabajaban de una manera más fija. Cortaban el pelo, afeitaban y cortaban la barba, hacían la manicura, pedicura, depilación… Una puesta a punto completa en manos de estos tonsores podía comportar largas horas para los ciudadanos romanos.
Si eran barberos hábiles, podían ganar reconocimiento público, riqueza y popularidad. Entonces se les requería para el servicio exclusivo de altos dignatarios, a los que asistían desde la mañana hasta la noche. Un tal Thalamus, por ejemplo, fue el barbero de Nerón. Y otro, Pantagathus, pasó a la historia por su habilidad.
También hay casos de clientes furiosos por haber sido mal afeitados y, en consecuencia, heridos. ¡Todavía no se habían inventado los suavizadores para navajas, ni las espumas de afeitar! Por eso los poetas latinos describen el afeitado como un proceso lento, delicado, a veces doloroso y traumático. Aún así, los tonsores utilizaban herramientas ya muy desarrolladas, como las cuchillas o las navajas novacula, normalmente elaboradas en bronce. De estas cuchillas derivaron unas prototijeras, llamadas forfex, que estaban formadas por dos brazos unidos por una parte curva en forma de herradura; más adelante evolucionarían hasta las tijeras contemporáneas. También utilizaban peines (pector), espejos de bronce pulido, tenacillas de rizar (calamister), pinzas de depilar (volsella), ungüentos y perfumes.
Cuando un joven romano se afeitaba la barba por primera vez celebraban una fiesta. Era una ceremonia o rito de tránsito llamado depositio barbae, que se celebraba normalmente a los veintiún años y en el que se depositaban pequeños mechones de cabello en un recipiente especial que se ofrendaba a los dioses, normalmente a Júpiter.
Por Raffel Pages
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